Todos cometemos errores. Y cuando estamos empezando más aun. Los psicólogos no somos menos y cuando somos novatos haciendo terapia no es raro que a veces nos equivoquemos con nuestros pacientes. Pero conocer cuáles son los errores en los que podríamos caer y tomar conciencia de ellos, será un buen ejercicio para identificarlos y evitarlos.
Kanfer y Schefft identificaron en un artículo de 1998 lo que llamaron los tres diablos del terapeuta. Hacen referencia a tres actitudes que podemos tomar como terapeutas y que pueden ser perjudiciales para la mejoría de nuestros pacientes. Son tres formas por las que dejamos de actuar “sinceramente” con el paciente, para trabajar, por así decirlo, en beneficio propio.
Los tres diablos que identificaron y que debemos aprender a combatir como terapeutas son el diablo del voyeurismo, el diablo de la autoterapia y el diablo de la búsqueda de poder.
El diablo del Voyeurismo
Aunque este término nos recuerde un poco a la entrada sobre las parafilias más comunes, no es a ese voyeurismo al que nos estamos refiriendo, aunque sí podríamos relacionarlo.
Este diablo hace referencia a la curiosidad que nos pueden generar los asuntos privados de los pacientes a los que tratamos. Como terapeutas, tenemos la oportunidad de preguntas y explorar sobre muchos ámbitos de la vida del paciente que tenemos delante y en ocasiones el “salseo” nos puede hacer perder el rumbo de la terapia, preguntando cosas que nos son relevantes para el caso.
Para evitar que esto nos pase, debemos tener claro qué información es relevante o no para saber por qué aspectos de la vida del paciente tenemos que preguntar y qué aspectos no nos son necesarios para resolver el caso. En esta tarea nos ayudará tener un guión de los temas que queremos tratar, para evitar preguntar por lo que no debemos, por mucha curiosidad que despierte en nosotros.
El diablo de la Búsqueda de Poder
La relación terapéutica entre el paciente y el psicólogo es asimétrica. Es decir, el psicólogo tiene una posición superior al paciente, no es una simple charla entre iguales. El paciente aporta sus experiencias, pensamientos y emociones, el contenido de la terapia.
Y el psicólogo aporta todo su conocimiento para que el paciente pueda mejorar su vida y solucionar los problemas que tenga, pero en ningún caso el psicólogo habla al paciente sobre los sentimientos, experiencias o pensamientos de su vida privada.
Según la corriente desde la que trabaje el psicólogo, la terapia podrá ser más o menos directiva. Es decir, según el enfoque, la diferencia entre terapeuta y paciente será mayor o menor. El psicólogo va a utilizar todos sus conocimientos para ayudar al paciente y va a ser quien vaya dirigiendo las sesiones. A su vez, el paciente va a depositar toda la confianza en su psicólogo para resolver su problema.
Pero el hecho de que seamos el “director” de la terapia no quiere decir que sobrepasemos los límites del poder que tenemos sobre nuestro paciente. Debemos utilizar el poder que tenemos solo para beneficiar al paciente y para conseguir que salga del problema con el que vino a nuestra consulta. En ningún caso debemos abusar de la confianza que ha depositado en nosotros.
El diablo de la Autoterapia
Todos somos humanos y todos tenemos problemas que nos preocupan y que no hemos terminado de resolver. Los psicólogos no somos menos, y cuando nos enfrentamos a un paciente con una problemática general, muchas veces hay aspectos de su vida que nos recuerdan a la nuestra. Corremos el riesgo de acabar centrándonos en un ámbito de su vida que no es relevante para el problema por el que vino a consulta y que tenemos que ayudarle a resolver.
Es posible que, sin quererlo, acabemos utilizando a los pacientes para intentar solucionar nuestros propios problemas. Por eso, en las primeras sesiones, debemos acordar con el paciente cuál es objetivo de la terapia y no perder nunca ese foco, para trabajar siempre por el bienestar del paciente y no por el nuestro propio.
Estos tres diablos que nos acechan siempre, sobre todo cuando somos psicólogos novatos, pueden combatirse. La mejor manera para hacerles frente es conocerlos y tenerlos siempre presentes cuando estemos haciendo psicoterapia con todos y cada uno de nuestros pacientes. Solo así podremos conseguir ser unos buenos psicólogos para los usuarios de nuestra consulta.
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