Es difícil mirar a nuestro alrededor y no encontrarnos a una persona haciendo uso de las nuevas tecnologías y de las redes sociales. A veces, este uso se convierte en algo abusivo y es por eso por lo que se ha propuesto incorporar la adicción a las Redes Sociales y la tecnología a los manuales que recogen los trastornos mentales.
Se trata de una nueva “pandemia” que afecta principalmente a los más jóvenes. Aunque es un problema que podemos encontrar en cualquier grupo de edad, son los adolescentes el principal grupo de riesgo para sufrir este tipo de adicción.
Y es que las redes sociales (RRSS) y la tecnología tienen una gran lista de ventajas. A través de una pantalla, hoy podemos aprender, disfrutar y relacionarnos de una forma instantánea. Con un solo clic, podemos simplificar nuestro día a día. Sin duda, son muchos los cambios positivos que han introducido.
Cada vez, la oferta de RRSS es mayor. Encontramos plataformas como Twitter, Facebook o Instagram, que nos dotan de un espacio en el que poder interactuar con miles de millones de personas y compartir con ellas nuestras experiencias, opiniones y emociones de forma virtual.
Además, esta relación a través de las redes, es mucho más fácil y fluida que las relaciones interpersonales de la vida real, donde pasamos más vergüenza a la hora de conocer gente y somos más reservados en cuanto a la información que compartimos con las personas de nuestro entorno.
Esta facilidad de relación explica en parte que la adicción a estas tecnologías se dé en mayor medida en el grupo de los adolescentes. Durante la adolescencia, todos los cambios físicos que sufrimos se acompañan por muchos otros cambios psicológicos.
Es una etapa en la que terminamos de formar nuestra identidad personal y el grupo de iguales tiene una gran importancia para lograr esta tarea. Buscar la aceptación del grupo de referencia es uno de los principales mecanismos para poder reafirmar nuestra identidad, y las redes sociales proporcionan un escenario en el que lograr esa aceptación.
Sin embargo, Internet es oscuro y alberga horrores. A pesar de todas las ventajas que nos proporciona, son muchos los problemas que se pueden derivar de su uso. Permite el acceso a contenidos inapropiados como la pornografía infantil, mensajes de odio o contenidos que incitan a los adolescentes a cometer delito. Brinda también un espacio en el que puede darse un ciberacoso o ciberbullying (por medio de insultos, la difusión de imágenes o la suplantación de identidades) o incluso ciberacoso sexual por parte de algunos adultos hacia los jóvenes. Además, puede haber una pérdida de la intimidad debida a los contenidos demasiado personales e íntimos que se cuelgan en Internet.
Pero entre todos estos problemas que pueden surgir del uso de las redes sociales y la tecnología, el que hoy nos ocupa es el de la adicción a estas. Y es que no es necesario que exista una sustancia (o una droga) para encontrar adicciones, aunque sea lo primero que nos viene a la mente cuando pensamos en este tipo de problemas.
Al hablar de adicción nos referimos a un comportamiento persistente y recurrente, que puede causar malestar en la persona que lo realiza, o bien producir un deterioro en su vida, ya sea en el ámbito personal, familiar, laboral, académico, social… Este uso desproporcionado de las tecnologías y las RRSS, va acompañado por una creciente falta de interés por cualquier otro tipo de actvidades.
Una persona con adicción a las RRSS y la tecnología, puede sentir una necesidad cada vez mayor de utilizar estos dispositivos. Cuando no puede acceder a ellos o intenta reducir su uso, es común que la persona adicta se sienta nerviosa e irritada. Además, si ha intentado reducir su uso (o abuso) de las tecnologías, lo más común es que no haya sido capaz de conseguirlo.
Las personas adictas suelen tener la mente ocupada pensando en aquello de lo que son adictos, mienten sobre el uso que hacen de las tecnologías para ocultar el grado en que son adictos y suelen aumentar el uso cuando tienen sentimientos de ansiedad, depresión, culpa… A diferencia de una persona no adicta, que lo hace por placer o disfrute.
Pueden aparecer distorsiones de pensamiento que hagan que la persona no perciba en qué medida el uso de las RRSS le está suponiendo un problema. Aparecen negaciones del problema, ilusiones o un exceso de confianza sobre el control que tienen de su uso.
Llegados a este punto, lo más adecuado es recurrir a un profesional que pueda ayudar a la persona que sufre la adicción por medio de la psicoterapia. Pero también podemos actuar antes de que el uso de la tecnología se convierta en un problema.
- Tiene que quedarnos claro desde el principio que las redes sociales nos pueden servir para entretenernos o que podemos conectarnos a Internet para buscar una información concreta. Debemos tener claro cuál es el fin cada vez que hacemos uso de estas herramientas y no utilizarlas para evitar el aburrimiento u otro tipo de emociones desagradables como la ansiedad o la ira.
- Sería bueno que estableciésemos un momento del día en el que dedicar tiempo a estas tecnologías e intentar evitar su uso fuera del horario que nos hemos fijado. Además, este tiempo no debería superar 1 o 2 horas diarias.
- Las redes sociales e Internet nunca, NUNCA, deben utilizarse ni como premios ni como castigos para los adolescentes.
- No deben interferir nunca con nuestra vida real. Ya sea en nuestras tareas en nuestro puesto de trabajo, en el estudio, en las relaciones con los miembros de nuestra familia… ni afectar a nuestros hábitos como las comidas o las horas de sueño.
La adicción a las redes sociales constituye sin duda un problema real, pero teniendo en cuenta estos puntos, fomentaremos un buen uso de ellas y no tendremos nada que temer.