Acabamos el primer trimestre del curso y no son pocos los padres que hacen algún que otro regalo a sus hijos por las buenas notas que han sacado (o simplemente por no haber suspendido todas las asignaturas). Seguro que estos regalos los hacen con la mejor de sus intenciones, pero ¿realmente les están motivando a seguir estudiando?
Podríamos pensar que un regalo por haber hecho bien su trabajo, refuerza la conducta del estudiante para seguir con los estudios. Puede ser una motivación para los más pequeños el pensar que si se esfuerzan, sus padres les harán un regalo a final del trimestre o del curso. Sin embargo, estos padres no saben que están haciendo un flaco favor a sus hijos e hijas. No solo es posible que no aumenten su motivación por estudiar, sino que pueden hacer que disminuya.
Cuando hablamos de aquello que nos motiva para llevar a cabo una determinada tarea, podemos distinguir entre aquella motivación que es extrínseca (que nos paguen por ello, nos den un premio…) y otra motivación que es intrínseca a la propia tarea (nos gusta, nos divierte, nos aporta conocimiento…). Siempre que realicemos una actividad, podremos pensar en por qué lo estamos haciendo.
Por ejemplo, puede que disfrutemos mucho tocando un instrumento y que nos guste tocar para otras personas. Podemos decidir ir voluntariamente a tocar a una residencia de ancianos y sentirnos satisfechos viendo a la gente disfrutar con nuestra música. La motivación que nos lleva a actuar de esta manera sería entonces una motivación intrínseca.
Pensemos por otro lado en un trabajador, que día tras día trabaja en una empresa que no le gusta, con unos jefes que constantemente están gritando y en un ambiente que cada vez le produce más estrés. Sin embargo, es una empresa que paga mucho dinero y muy de forma puntual mes tras mes. Lo que motiva a esta persona a seguir realizando ese trabajo es el dinero, una motivación extrínseca.
Ocurre que en ocasiones, cuando una conducta está motivada intrínsecamente (como el músico que toca en la residencia de ancianos), y pasamos a premiarla de alguna manera, la motivación pasa a ser extrínseca y la tarea a ser percibida como una obligación. Es decir, a la persona que tocaba porque le gustaba, le dicen que cada día que vaya le van a dar una paga y ahora eso que hacía por placer le parece un compromiso y obligación porque le pagan por hacerlo.
Lo ideal en el caso del estudiante, es que estuviese movido por motivos intrínsecos a los propios estudios: que disfrute leyendo, investigando, que se sienta bien adquiriendo todos esos conocimientos… Sin embargo, prometer un regalo o dar un regalo por sorpresa cuando saca buenas notas, hace que su hijo ya no perciba el colegio o instituto como un sitio al que ir, disfrutar, y aprender, sino como una obligación.
Justificamos las actividades que realizamos en función de lo que nos motiva a hacerlas: hago esto porque me gusta, hago esto porque me pagan, hago lo otro porque me relaja…estudio porque mis padres me harán un regalo.
Las recompensas extrínsecas pueden ser muy útiles para motivar, sobre todo si la persona no tiene ningún o muy poco interés en esa actividad que va a realizar. Sin embargo, debemos tener cuidado, sobre todo con los más pequeños. Podemos convertir una actividad agradable para una persona en una obligación y, por tanto, disminuir su motivación para realizarla.
Así que en este final de trimestre, piensa bien si crees que es una buena idea regalar algo a tu hijo por las notas que ha sacado. Cuando me quejaba de no tener un regalo a final de curso, mi madre siempre me decía que el premio por haber estudiado ya me lo había llevado, el premio era el haber aprendido todo lo que había aprendido. Y tú, ¿qué quieres que sea lo que motive a tu hijo a seguir estudiando?
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