Cuando tuvimos que enfrentarnos a esta situación inimaginable hasta el momento, derivada de la pandemia, en la que hay que confinarse en casa y cerrar los colegios (los edificios escolares), al profesorado se nos plantea la necesidad de diseñar un nuevo modelo de sistema de enseñanza-aprendizaje que se ajuste a las condiciones en las que vamos a vivir durante un tiempo indefinido. Unas condiciones nuevas nada parecidas a algo que familias, alumnado o profesorado hayamos vivido antes.
En el desconcierto de los primeros días, y como maestra de Educación Infantil con un alumnado de tres años de edad que tan solo lleva unos meses escolarizado he de alcanzar el reto de transformar la escuela, para dar una respuesta satisfactoria a las siguientes cuestiones:
- ¿Cómo continuar el proceso de desarrollo iniciado tan solo hace unos meses?
- ¿Cómo seguir mi intervención, desde mi casa, sin interacción directa?
- ¿Cómo hacerlo a través de medios tecnológicos, cuando uno de los fundamentos del aprendizaje es la interacción directa de la maestra con el alumnado y de niños y niñas entre sí?
- ¿Cómo favorecer este proceso de desarrollo sin convertir a madres y padres en docentes improvisados?
- ¿Cómo combinar todas estas cuestiones con las directrices que nos marcan desde las Administraciones Públicas de Educación?
Todas estas cuestiones, son las que inicialmente van a condicionar el diseño de mi intervención, siempre jugando con el ensayo y error e improvisando en función de las nuevas situaciones que se irán generando en el devenir de cada día.
Una cuestión fundamental a tener en cuenta a la hora de planificar mi intervención es la Familia. No se trata de convertir la Casa en Escuela y mucho menos de interferir en la nueva dinámica familiar que derive en cada caso de esta situación. Y por supuesto, sin menospreciar el bien hacer de cada madre y cada padre en el desarrollo de su hijo o hija.
Por ello, considero que el primer paso es transmitir a los padres y madres (puesto que van a ser nuestros grandes aliados en este período) lo que aporta la escuela a los niños y niñas de tres años de edad, como son sus hijas e hijos.
En el nivel educativo en que nos encontramos, no se trata de adquirir conocimiento como tal, sino de favorecer el desarrollo de sus capacidades, sus potenciales en todos y cada uno de los ámbitos de su persona.
Entonces, ¿qué pretendemos en el cole concretamente con este alumnado de tres años?
- Impulsar el desarrollo de su autonomía personal
- Favorecer su socialización
- Estimular el desarrollo de capacidades en todos los ámbitos de su persona: motriz, cognitiva, emocional, social…
- Ofrecerles herramientas de comunicación para que las hagan suyas y le permitan interaccionar a través de distintos lenguajes (verbal, plástico, corporal, musical, escrito, etc.)
Así pues, mi intervención irá dirigida a orientar a los padres y madres sobre cómo desde casa pueden favorecer este proceso de desarrollo.
Y en ese momento es cuando transformo mi labor de diseñar actividades adecuadas a la vida en el aula, para elaborar propuestas que ayuden a las familias a seguir la misma línea de intervención que en el colegio, pero con la flexibilidad suficiente para adaptarla a la situación de cada hogar.
Estas pautas versarán sobre:
- Cómo mantener las rutinas tan necesarias para crear esquemas de acción que les ayudarán en aprendizajes posteriores
- Cómo seguir adquiriendo hábitos, para luego ser capaz de automatizar aprendizajes.
- Cómo ayudarles a ser autónomos de modo que adquieran tanta seguridad en sí mismos que puedan enfrentarse a cualquier situación que la vida les plantee
- Cómo favorecer su socialización a través de las relaciones intrafamiliares ya que con otros individuos será posible o no, en función de la disponibilidad tecnológica de cada familia.
Comienza entonces la ardua tarea de compendiar todas estas premisas y condicionantes, de diseñar las propuestas de actividad para enviar a las familias, que además sean significativas para nuestros niños y niñas, siempre basadas en vivencias que hayan tenido en el aula y, por supuesto, ajustándonos continuamente al discurrir de este proceso de confinamiento. De este modo, seguir siendo la maestra de estos mis alumnos y alumnas ayudándoles en su camino de desarrollo y sin inmiscuirme en la vida de cada familia.
Tanto por parte de algunas familias como de algunos sectores administrativos se tiene la sensación de lo mucho que van a perder los niños y niñas por no poder ir al colegio. Sin embargo no creo que vaya a ser así, ya que si como decíamos anteriormente tenemos claro que el objetivo de esta etapa es el desarrollo personal, tanto se puede dar en el ámbito escolar como en el familiar.
Entendiendo así la Escuela, se trataría de ofrecer a los padres y madres propuestas que les ayuden a estimular el desarrollo de sus hijos e hijas de modo que puedan ajustar cualquier recomendación a su situación familiar concreta, transmitiéndoles la tranquilidad de que hagan lo que hagan van a evolucionar.
Tan solo, cuando volvamos a un estado de “normalidad”, las maestras deberemos retomar el punto de desarrollo en que se encuentre cada uno de nuestros alumnos y alumnas (como siempre se hace) e intervenir de modo que todos continúen con su desarrollo de manera eficaz.
Recordemos que es a través de la experiencia y la propia acción como los niños y niñas se desarrollan y esta situación que nos ha tocado, es una EXPERIENCIA DE VIDA con la que ninguna maestra podemos competir.
Estos niños y niñas con tan solo tres años, han tenido que aprender a ajustar sus rutinas, a vivenciar situaciones nuevas que generan sentimientos también nuevos: quiero salir a la calle, necesito jugar con mis amigas, porqué no vienen los abuelos a casa, cuándo voy al cole y un largo etcétera que hasta los adultos hemos tenido que aprender a identificar y gestionar.
Creo que todo el trabajo como maestra en lo que se ha venido a llamar coloquialmente “tele-colegio” ha tenido que ir adaptándose a esta circunstancia de vida desconocida para todos y con el único objetivo realmente importante y es el de transmitirles que estamos ahí para ellos, para cubrir cualquier necesidad que puedan tener.
Por eso, cosas que me importaban antes, ahora han dejado de tener valor. No me importa grabar un vídeo cantándoles una canción, contándoles un cuento o incluso bailar, aun sabiendo que enseguida se hace público en las redes. No me importa dedicar horas a preparar un montaje con medios tecnológicos que no domino con tal de que escuchen mi voz, o recuerden con fotos vivencias previas del cole. No me importa recibir un mensaje de una mamá a las once de la noche, mostrándome un vídeo de cómo su niña canta la canción que yo le envié por la mañana. No me importa que todos tengan mi teléfono personal para cuando alguno de ellos necesita hablar conmigo…
En definitiva, no solo no me importa, me llena de satisfacción sentir que cuando todo esto acabe, a todos mis alumnos y alumnas les quede el recuerdo de que su maestra estuvo ahí para ELLA, para ÉL.
Muchas gracias, el truco está en vivir del trabajo de maestra combinando vocación y profesión
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Me emociona leer palabras con tanto sentido, humanidad y AMOR. Siempre GRACIAS por ser MAESTRA de Educación Infantil y muchas cosas más.
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